Pars æstiva













I.
Basta que haga obsesión suya un sitio específico para que aparezca la arquitectura y, ante ella, el lugar. 
El sólo filtro de su mirada convierte aquel sitio mirado en arquitectura, su sólo nombramiento es ya arquitectura.
(Lo natural, al ser pensado y aprehendido como natural, al hacerlo pasar a través del lenguaje, deja ya de serlo; no existen paisajes en la naturaleza.

limpia de toda esencia "natural" lo encontrado y lo recupera y convoca, ya teñido por la artificialidad que le otorga haber sido elegido, a ser pieza de la máquina-lugar.
no se establecen límites ni áreas de acción para lo natural y lo artificial.)



no se presenta ante lo dado con voluntad de domesticar y someter en el ejercicio de una "violencia" que lo haga renunciar a su especificidad;
tampoco lo hace con voluntad de descubrirle al sitio lo que ella deba ser, desconociendo su campo específico de actuación.
El gesto de fundación tiene la forma de un pacto de convivencia entre lo dado y lo creado en virtud del cual se creará lugar;
por tanto más que ante la naturaleza, se presenta con la naturaleza: se establece un contrapunto, un intercambio interior, y es su práctica lo que define el aparecer del lugar.
implantar la casa donde la naturaleza se manifiesta con mayor fuerza y potencia, pero para oponérsele: no imponérsele ni sumírsele, y poner a andar en la chispa de esa oposición, suerte de potenciación mutua sin jerarquías ni dominios, la relación maquínica que genera lugar. El lugar como hibridación de arquitectura y naturaleza.


Este construir que practica un habitar, "salva" la tierra, es decir, la mantiene en lo que es. mantiene la esencia de la tierra, es decir de lo dado, justo en el presentarse ante ella; definiéndose a sí misma, define aquello que lo dado es. Así funciona la oposición con lo dado.


no se presentan como barrera insalvable que condena a ambas a permanecer distantes e irreconciliables, no son síntomas de un extrañamiento, sino la distancia que ambas "masas", la natural y la artificial, necesitan para reconocerse, y con ello, potenciarse mutuamente.






El lugar nace entre lo dado y lo creado. Este "entre" vive en una condición doble: por un lado, con sentido espacial, se define como interior, como intersticio, como lo que ocurre en medio de dos cosas: a saber, en medio de lo creado y lo dado, que a la vez es por medio de, mediante ambos. Pero por otro lado, con sentido de temporalidad, se define como espacio de tiempo que ocurre desde lo dado como estado inicial hasta lo creado como estado final, es decir, como proceso ocurrido, o con más precisión, que ocurre. Estas dos condiciones de aparición del lugar como "entre", no se presentan por separado, y en cambio lo hacen siempre en conjunto


Este lapso de tiempo que precisa el lugar para hacerse, consta de un estado inicial que coincide con el gesto fundacional de la mirada sobre el sitio, pero el borde final no está definido.
Este estado final es la punta de un vector que siempre se desplaza, es el último punto contingente de una línea que no cesa de crecer. Ocurre un proceso, que si bien tiene un momento germinal, luego no para de producirse, nunca agota una nueva posibilidad de cambio. 



proyectar es  "lanzar, dirigir hacia adelante", y sin conocimiento alguno de cómo será el punto de caída, incluso aspirando idealmente a no tener que caer, creando en el vértigo de no caer.
El proyecto es una tentativa continua de volver a decir cada vez lo que aún no se ha dicho; es poner en funcionamiento un mecanismo que luego ya no podrá detenerse. 



estos sitios están a cierta distancia de ella, han adquirido en ella un referencial de medición, existen como tales a partir de ella.
abre un sistema de sitios que conforman un espacio, que existen como sitios por ella, por tanto, creados y artificiales. 
La casa como lugar despliega artificialidad sobre lo dado pero a la inversa, en ella está también lo dado



lo hace queriendo atrapar las direcciones de las modificaciones milenarias de las rocas que glaciares dejaron y siguen dejando a su paso, queriendo captar los cambios del perfil del lago con el de las estaciones, queriendo descubrir los "síntomas" del crecimiento de los árboles, o del proceso de descomposición de una corteza.
No hay atención por los "estados" de la naturaleza; lo que se quiere aprehender es la dirección, el módulo y el sentido (en sentido vectorial) de las transformaciones que esos estados puedan sufrir.
sensible a los campos vectoriales que empujan en todas direcciones sobre lo natural incorporándolos:









Pero también está presente una gestualidad de otra índole.
Es una gestualidad que entiende el gesto no ya como chispa instantánea, sino como proceso.
Es el gesto que en su verificación informa de un cambio, de una fuerza que modifica;
donde el agente que lo ejerce actúa bajo el influjo de un campo de naturaleza vectorial que lo transforma;
como si la coyuntura del brazo que traza se desgarrara mientras lo hace.
Es un gesto con tiempo, en el que las condiciones iniciales de trazado no coinciden con las finales.
Es el gesto de una flor que se abre o un liquen que se aloja en un intersticio de una piedra; que lejos de ser inmaterial acontece en el material, y del que no le interesan tales o cuales estados que detener para reponerlos como instantáneas en la obra, sino el “durante” de su verificación, el “cómo sucede”, y descubrir con ello la fuerza que lo somete y al mismo tiempo lo libera. 


Un gesto no tiene por qué ser, como suele creerse, el privilegio de un instante revelador producido con "irresponsable" espontaneidad, un gesto puede ser también, aunque no renuncia a lo otro, el producto de un ejercicio de control, el proceso de develación que hace visible la acción de una fuerza y, en definitiva, hace visible la fuerza misma.
Y es precisamente esta gestualidad la que quiere desplegar; allí se han aprehendido todos los campos de fuerza que surcan sin cesar la existencia material de la naturaleza, para incorporarlos como materiales
se ha hecho del ladrillo tiempo, o se han usado ladrillos de tiempo, y ambas cosas a la vez. 


"Nunca jamás -dice Klee- debe considerarse la forma como acabamiento, como resultado, como fin, sino como génesis, como devenir y esencia. ...Bien está el formar y mal la forma. La forma es fin, es muerte, el formar es movimiento, es acción. El formar es la vida."




El objeto creado no está abandonado a las fuerzas de la naturaleza, ni estas últimas se someten a leyes administradas por el primero. Ocurre un pacto. La naturaleza y lo creado promedian sus radios de acción y los conjugan en una nueva figura: la figura híbrida del lugar. 

 
en una ruina ocurre una suerte de acto de venganza de la naturaleza sobre "las fuerzas del espíritu", que la habían domesticado en la construcción original. Es decir, ocurre una inversión de la relación espíritu-naturaleza encontrada en el estado de "perfección inicial". En la ruina la naturaleza se re-incorpora: el tenso equilibrio que la mantenía justo debajo de la fuerza creadora del espíritu, cede.
desde su nacimiento una ruina; se pone en funcionamiento un mecanismo que produce arquitectura y ruina a la vez, o donde arquitectura y ruina son lo mismo. 

Parece que ocurriera un adelantamiento del tiempo, como si la ruina no pudiese esperar su turno lógico; pero más que adelantarse el tiempo, lo que ocurre es su incorporación. Una arquitectura mantenida en un supuesto "estado de perfección", no hace más que negar el tiempo; mientras que aquí ocurre desde el nacimiento un "disponerse" al tiempo. 
el proceso que informa esa "decadencia" es precisamente el que define el hacerse

 Lo que ocurre es que el paso de ese tiempo deviene material interno de la arquitectura, y no ya amenaza exterior que evitar por temor a la degradación.
De alguna manera se ha "diseñado" el tiempo de la decadencia del edificio como un componente interno; se han dispuesto las condiciones de un proceso en el que la arquitectura se está "terminando" continuamente y cada vez. 




 El artificio o la naturaleza, por sí solos no activan nada, el lugar ocurre entre ambos: ladrillo y musgo, metal y pátina, no saben más que de las herramientas interiores con las que hacen y develan ilimitadamente arquitectura. 






II.
Consultamos nuestra memoria, y a la primera impresión, en poco se parece a lo que recordamos como una casa: se nos muestra desproporcionado, si pensamos en lo que pudiese ser la construcción que esperamos; en evidente gesto retador se alza entre la verticalidad del bosque con proporciones y tamaño que están lejos de ser domésticas.


Es una pieza que desafía, atemoriza, e invita a la vez, cuya voluntad parece ser la de imprimirse indeleble en nuestra mirada, y con ello, en nuestra memoria;
una pieza de la que ninguna conclusión podemos sacar, ni de su naturaleza ni de su uso, tan sólo unas muy precisas y contundentes condiciones de aparición.
Más que por una casa, hemos sido recibidos por una "imagen". Un espectro desencajado da la bienvenida. 


Las alternativas de recorrido visual por las distintas situaciones se abren inagotables;
somos presa de una suerte de estado hipnótico que hace sentir este espacio como si fueran uno y mil a la vez.
Nuestros ojos seducidos, "enganchados" por el juego de texturas, sombras y colores, se apuran por descubrir todos los rincones y matices que se le ofrecen;
saltan de uno a otro de los "tapices" sin tiempo para atraparlos.
Hemos recibido otra "herida" en la mirada -y en la memoria-: el segundo recibimiento es de nuevo una "imagen".

como la imagen que daba la bienvenida, tampoco reúne datos que digan la presencia de la casa que esperamos: potentes imágenes se han adelantado a aparecer en nuestro camino hacia su encuentro, y aún nada sabemos de ella, como si permaneciera velada, o en todo caso pospuesta. 

quiere dejar huellas indelebles en nuestra memoria antes de dejarnos llegar a nuestro destino:

casi por azar, casi por casualidad, el cobijo, es decir, el uso, la función: "la casa". Ésta ha sido postergada; el primer encuentro nada dice de su uso, de su para qué, y en cambio se presenta con voluntad de signo: queriendo representar lo ausente, queriendo comunicar mensajes. 

la función ha sido pospuesta, a la arquitectura le interesan aquí cosas distintas que "servir" a un uso; la idea de cobijo y protección  queda en segundo plano, el esfuerzo se concentra en privilegiar en la forma roles representativos y sígnicos de otra índole. Imágenes en lugar de formas, o dicho distinto: la forma con vocación de imagen. 






Lo que nos recibe no es todavía "la casa", es un signo que nos hace esperar por ella. Lo que a-parece no es la casa, o dicho de otro modo, la casa parece lo que no es.


con toda su variedad de matices, juega a ocultarnos su verdadera edad, en rincones dilata al tiempo y en otros lo comprime, quiere ser una ruina y a la vez nuevo, ciertos ladrillos envejecen mientras otros permanecen intactos.
Apariencia tras apariencia se va mostrando; ocultando su identidad real, se nos escabulle, nos desplaza, nos burla, como si temiese ser reconocida; somos partícipes de un montaje teatral, donde lo real se esconde tras lo aparente, o donde lo real es lo aparente.



3. datos ambiguos, donde la idea de armar un todo inteligible y cerrado asignando significados y grados de verdad, se hace tarea difícil. Sospechamos que algo no se nos muestra del todo, pistas incompletas de un jeroglífico se abren celosas como queriendo garantizar la imposibilidad de dar con la solución que complete "la casa".
se encarga, para nuestra decepción (o alegría), de levantar lentamente velos de apariencia encerrándonos en un laberinto donde cada nuevo giro puede bien ser una realidad, bien una ficción;
como si la arquitectura consistiera en ir administrando por goteo material de ficción. Veníamos al encuentro de una casa, y más que eso encontramos un sistema de signos, de juegos escenográficos, de simulaciones, que después, y no a la vez, son "una casa", sólo después. 


La apariencia, la simulación, lo postergado, los juegos jeroglíficos "insalvables", la incomodidad del signo con referentes desconocidos, e incluso el desconcierto de las imágenes, invaden a aquellos que como nosotros han caído en la trampa de la representación.
El extrañamiento, el querer estar donde en realidad no se está, ocurren porque se ha intentado descubrir la naturaleza del motivo representado cuando la representación misma no existe.

El texto de la representación es ahora la arquitectura misma, o dicho de otro modo: la arquitectura no re-presenta nada, no vuelve a hacer presente lo ausente, sino que se presenta a sí misma.
Es por ello que atenta contra el nombre, contra "la casa", y despliega lo innombrable, lo inclasificable, la incomodidad irreconocible:
aquello que se hace presente huyendo de todo texto exterior.





Asistimos a la pérdida de lo identificable, aún en el riesgo de la incomodidad, aún sabiendo la posibilidad del distanciamiento, aún en el vértigo de no poder ser designada, se hace, acontece arquitectura: distinta e idéntica a sí misma cada vez


nos vemos alienados precisamente cuando no reconocemos tal forma , cuando lo esperada se nos evade. Pregunto: ¿cuál es la forma?







III.
La forma está contenida toda, previamente, en el material, y es el reconocimiento simbólico y afectivo que el artista hace de éste lo que la libera.

Cada ladrillo del patio de la casa revela el proceso en que un afecto le asignó una textura, lo conminó a atrapar una intensidad de luz, o lo dispuso a convivir junto a otro en un nuevo tejido del muro. No hay automatismo programático en el trato de los materiales, nunca se superpone una idea exterior; el arquitecto se entrega a "los azares internos del material", para atraparlos luego en la forma. 



Aquí el tiempo se ha incorporado de otra manera: como presencia inmediata en la que ocurre la arquitectura cada vez, en el sentido de serle elocuente a una permanente actualidad, y no como una totalidad cerrada e imperecedera.
su arquitectura deviene constantemente cosas distintas de sí misma, que son, cada vez, sí misma; el tiempo la habita y ella al tiempo.

no conmemora pasados ni mantiene fosilizados pretéritos, sino que celebra, rescatando el más inmediato sentido de actualidad, su propio tiempo  su devenir, celebrando su vida en el interior del tiempo. 













en todo ello encontró trampas para enganchar al tiempo, y así no permitirle escapar hacia un pasado ejemplar e idealizado.
No hay el ladrillo ideal, el ladrillo se hace cada vez: asignándole texturas, imprimiéndole afectos, dejándolo vulnerable a la naturaleza, entregándole la posibilidad de tener edad y no por ello renunciar a lo que es;
la obra no quiere ser ejemplar, no quiere ser ejemplo de un momento
posterga el uso, pero a la vez resiste al uso

no hay un ideal original que rescatar; es ella misma el texto elocuente de su historia;
la casa hace permanentemente sobre sí misma su propio mapa.
sin proyecto ni manifiesto, sin rescatar pasados "conmemorables" ni lanzando promesas al futuro. Ni en el futuro ni en el pasado, sino en ambos a la vez,


Un patio es un imaginario, que no le pertenece al arquitecto, que ha estado en todos los momentos de la arquitectura, y que ha sido legitimado y nuevamente apropiado por la memoria colectiva cada vez que ha sido utilizado. convoca un tipo: no lo hace como intento para acercarse a un estado esencial del mismo, a saber para hacer el patio, sino para someterlo, ponerlo a prueba; para romper "el patio ideal" de la memoria del colectivo, o más bien para poner a prueba su resistencia. No se trata tampoco de acudir al tipo para, en su práctica, destruirlo y desactivarlo;

Lo mantiene en el límite de reconocibilidad, lo somete a estiramientos y compactaciones extremas, como si se tratara de poner a prueba, en efecto, la ductilidad de un "material", pero justo hasta donde siga garantizado su funcionamiento como tipo.


un patio sui generis, inédito, incluso incómodo, pero no por ello renuncia a ser un patio, y por tanto un tipo apropiado colectivamente, reconocible, habitante de la memoria del visitante anónimo.

sino una garantía mínima de reconocibilidad. La forma se vale de la manipulación del tipo, siempre que el resultado siga "conviniendo" a la memoria
Los tipos, vía de penetración en la memoria, pero siempre llevados al límite.













Juan P. Quintero 
Habitar de tiempo. Imágenes para la lectura de una casa.

kesämökki muuratsalo. alvar aalto





(novena: que mi presencia que os causa enigmático malestar, sea meteoro en vuestra alma)

No hay comentarios:

Publicar un comentario