novena

















EL METEORO DEL 13 DE AGOSTO

[el meteoro del 13 de agosto]


En el segundo en que te me apareciste, mi corazón tuvo todo el cielo para aclararlo. Fue mediodía en mi poema. Supe que la angustia dormía.















[novae]

Primer rayo que duda entre la imprecación del suplicio y el magnífico amor.

La luz de la roca abriga un árbol mayor. Nos adelantamos hacia su visibilidad.

Cada vez más amplios desposorios de las miradas. La tragedia que se está elaborando disfrutará incluso de nuestros límites.

El peligro nos privaba de toda melancolía. Hablábamos sin mirarnos. El tiempo nos mantenía unidos. La muerte nos evitaba.

Alondras de la noche, estrellas, que os arremolináis en las fuentes del abandono, sed progreso para las fuentes que duermen.

He saltado de mi lecho cercado de espino albar. Descalzo, estoy hablando a los niños.











[La luna cambia de jardín]

¿Dónde voy a extraviar esta fortuna de excrementos que me escolta como una lámpara?

¡Himnos provisionales! ¡Himnos contradichos!

Enajenadas, y, a la noche, luces obedientes.

Tormentosa libertad en los pañales del rayo, sobre la soberanía del vacío, en las manos pequeñitas del hombre.

No te atontes con el día de mañana. Estás mirando el invierno que franquea las llagas y corroe las ventanas,

Quienes duermen entre la lana, quienes corren en el frío, quienes ofrecen su mediación, quienes no son raptores a falta de  algo mejor, se acompasan con el meteoro, enemigo del gallo.

Ilusoriamente, estoy al mismo tiempo en mi alma  y fuera de ella, lejos por delante del cristal y contra el cristal, saxífraga estallada. Mi ansia es infinita. Nada me obsesiona salvo la vida.

Centella nómada que muere en su incendio.

Ama. Prodiga tu verdad. La hierba que oculta el oro de tu amor no conocerá nunca la helada.


Que mi presencia, que os causa enigmático malestar, sea meteoro en vuestra alma.

Un canto de pájaro sorprende la rama de la mañana.




René Char

Le Poème Pulvérisé




















Deuictis Sabinis cum in magna gloria magnisque opibus regnum Tulli ac tota res Romana esset, nuntiatum regi patribusque est in monte Albano lapidibus pluvisse. Quod cum credi vix posset, missis ad id visendum prodigium in conspectu haud aliter quam cum grandinem venti glomeratam in terras agunt crebri cecidere caelo lapides. Visi etiam audire vocem ingentem ex summi cacuminis luco ut patrio ritu sacra Albani facerent, quae velut dis quoque simul cum patria relictis obliuioni dederant, et aut Romana sacra susceperant aut fortunae, ut fit, obirati cultum reliquerant deum. Romanis quoque ab eodem prodigio novendiale sacrum publice susceptum est, seu voce caelesti ex Albano monte missa—nam id quoque traditur—seu haruspicum monitu; mansit certe sollemne ut quandoque idem prodigium nuntiaretur feriae per novem dies agerentur.

TITI LIVI AB VRBE CONDITA (LIBER I xxxi)







 


























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