Flux de l'Aimant







Un largo despertar 
apenas abandonada la extensión, 
y, enfrente, el mundo, que todavía planea 
antes de recaer en el orden estrecho, 

el instante donde la conciencia no ha tocado tierra 

–esta parte nuestra que es la menos ostensible, la más alejada, que nos encanta como una alegría propia, pero como separada de nosotros, del contradictor de repente mundo; 

esta parte recibida sin acceso, súbitamente abierta, puesta a la vista y preservada no se sabe cómo –

he aquí lo que  nos pide que seamos. Un mirada no formulada. 
El estado que precede a la cosa, la vía del no acabamiento, sino la que va a su comienzo. 

A las inmediaciones de lo que todavía no es. 
Es en este asilo inaccesible donde figuraremos.













Se reconoce el gesto en esta gravitación hacia las fuentes 
que a medida que van apareciendo, desvía las imágenes de su fin. 

Como aspiradas por el movimiento que las anima, se aprietan. 
Y en la simplificación que experimentan 
que es riqueza de la utopía del retorno a los orígenes, 
y por tanto al ala extrema, 

una fuerza las toma a su cargo, la más interior, la fuerza de cohesión. 
Ellas asumen su potencia y, sustraídas como están a toda finalidad,  

las imágenes que traza encuentran ese equilibrio particular que no es más que una tensión de objetos mantenida en suspenso. 

El inestable y sin embargo soberano equilibrio del germen.












Lo irreductible de recalce y su movediza densidad que se proyecta 
abre el camino a todos los posibles, los desarrolla en meandros, 
deja libre curso a imprevisibles tangencias. 
Es la eclosión múltiple de la imagen detenida y retenida, 

imagen naciente aun entregada por entero a la alegría de ser en lucha contra sus volutas y su brillo, 
prendada de su surgimiento. Anclada en su delicadeza, 

nunca otra cosa que desafío del claro a su marco brumoso.













Sin saberlo, como la contrahuella de lo que él es, aparece la actualidad, la suya. 
Ésta se afirma contra el arco de su campo, desplazándose y sobrepoblándose. 
Inverosímil entre los dislocamientos y las conminaciones de su época, 
le da lo que le falta o lo que ella busca: 

el gusto por las fuentes y por su despegue. 

Narciso a redropelo. 

Nuestra lucida pesadumbre se ha desdibujado. 
El homo ludens dirige el juego. 
Otra edad se reconstruye en derredor y su plenitud es la del primer día, 
y su obra la primera chispa en la infancia del tiempo. 

El advenimiento no tiene fin.











René Char atraido en el  ámbito de Joan Miró,
en su camino sin contracarril.